Coca: anverso y reverso
Bolivia, como otras naciones en América Latina, tiene un fuerte desafío por delante: desmantelar las redes de tráfico de drogas que operan en su territorio y se esconden, en gran medida, en lo más profundo de la Amazonía. Al mismo tiempo, en el país, hay lugares donde la hoja de coca es una importante actividad económica para los residentes locales que no tiene que ver con el negocio de las drogas.
Este es el caso del municipio de Coroico, en Las Yungas, una zona históricamente ligada a la coca desde hace cientos de años donde existe una amplia comunidad de cocaleros a una altura de unos 1.300 metros sobre el nivel del mar, con un clima cálido durante todo el año. El acceso a las tierras ha consolidado el sistema de producción agrícola en esta zona.
El equipo de RT en Español visitó la comunidad afroboliviana de Tocaña, viendo cómo se planta y cosecha la hoja de coca, y habló con sus habitantes. Aunque la producción es legal en Bolivia, los productores deben mantener una cantidad limitada de plantaciones, para así controlar el flujo de coca excedentaria, y el procesamiento de la planta.
"La hoja de coca se ha convertido en un sustento, en un producto fundamental para las comunidades yungueñas, porque con eso generamos los recursos. Con eso nos podemos alimentar, con eso podemos dar a estudiar nuestros hijos, con eso nos compramos ropa, alimentación, y es algo muy fundamental para los pueblos", nos contó Jhonny Pérez, responsable del grupo Saya Afroboliviana de Tocaña.
La cocalera Fátima explicó que, además de ser un importante sustento económico, la hoja de coca "también es medicinal" y puede aliviar el dolor de estómago o de cabeza. Su problema es que no tiene suficientes plantas y el dinero que recibe por su lote no cubre los gastos de su casa. Cuando termina el trabajo, camina hacia los cocales de sus primos, amigos y vecinos, hasta conseguir suficiente producto para vender. Principalmente, recolecta hojas pequeñas, que se venden más baratas.
Desde Tocaña, los productores deben llevar la coca de manera obligatoria a los mercados regionales autorizados o directamente hasta La Paz, a unos 100 kilómetros, y dependiendo del estado de la carretera, podría llevar entre unas tres o cuatro horas.
A pesar del peligro que representa esta ruta, y los obstáculos que tienen los cocaleros, la gente sigue arriesgándose para llevar sus productos a las ciudades, exponiéndose a accidentes que podrían causarles la muerte.
Aunque algunos lo nieguen, las autoridades bolivianas han determinado que hay presencia de pequeños grupos que se dedican al contrabando por esta ruta. Muchos agricultores venden al mejor precio que puedan conseguir, y no pueden tener un control de hacia dónde va a parar su hoja.
Entretanto, Bolivia, cuya Constitución protege los usos tradicionales y medicinales de la hoja de coca desde 2009, lleva años luchando para lograr una revisión y una reclasificación internacional de la planta. Las Naciones Unidas prohíbe su uso y le dio al Estado 25 años para erradicarla por completo.
Incluso en el propio país andino, todavía existe un contexto negativo alrededor de la palabra 'cocalero', y encima, está la conexión con la producción de cocaína y con las redes de narcotráfico.