Los sepultureros de la memoria
"Estamos muy contentos por Estados Unidos, que liberó a nuestro país y nos ayudó a convertirnos en una democracia de nuevo", dijo hace unos días el canciller alemán, Olaf Scholz, en una entrevista para CNN. Mientras tanto, en Polonia se celebraba el 80.º aniversario de la liberación del campo de concentración nazi de Auschwitz por el Ejército Rojo, un evento al que asistieron representantes de Alemania, Austria, Ucrania y demás, a la vez que Rusia no fue invitada. Así funcionan las actuales "democracias" en que EE.UU. suele convertir algunos países.
Más allá de lo escandaloso y profano del discurso del líder político del país más poderoso de la Unión Europea, su declaración conlleva varios otros mensajes.
El Hollywood de la prensa internacional (y últimamente también las redes sociales) lleva décadas convenciendo al público mundial de que fue EE.UU. quien venció al fascismo alemán. Ejemplo de ello es la reciente 'trumpada', cuando el presidente estadounidense dijo en el estado de Wisconsin que "los Estados Unidos de América han ganado dos guerras mundiales" y han "derrotado al fascismo y al comunismo".
Estas frases conllevan un gran fraude de origen, porque contienen varias mentiras a la vez. Recordemos que los actuales mensajes de Trump y de Scholtz, representantes de las fuerzas de Occidente, aparentemente contrarios y conflictuados entre sí, desde hace décadas se han ido preparando con afirmaciones como que "el nazismo y el fascismo no son lo mismo" o que "el fascismo y el comunismo son los peores enemigos de la democracia".
Tales enunciados, que por mucho tiempo fueron parte importante del menú diario de la "prensa democrática", buscaban lograr el salto brusco de hoy, para desembocar en este absoluto desconocimiento de la historia. En este aspecto, entre los seguidores de "demócratas" y "republicanos" (que obviamente no tienen nada ni de demócratas ni de republicanos), no existe ni la más mínima contradicción.
El gran fraude de origen que oculta el populismo barato de los gerentes de las corporaciones en el poder es simple. El fascismo alemán, derrotado por el Ejército Rojo de la Unión Soviética en 1945, el único país socialista del mundo de aquel entonces, no fue solo una locura sangrienta de un dictador alemán.
También fue el proyecto más avanzado del capitalismo en aquel momento histórico, que aspiraba a un poder absoluto, ese mismo que hoy buscan las corporaciones neoliberales, representadas por Elon Musk y otros. El proyecto de Hitler asustaba a las élites políticas del "mundo civilizado" no tanto por su atrocidad, sino por su gran eficiencia y competitividad. Porque desde la mirada actual, es evidente que el fascismo alemán fue un proyecto corporativo, al igual que los proyectos neoliberales de hoy.
Recordemos la célebre frase del senador estadounidense Harry S. Truman —que después llegó a ser presidente y desató la Guerra Fría—, que dijo al día siguiente de que los nazis invadieran la Unión Soviética: "Si vemos que Alemania va ganando, debemos ayudar a Rusia, y si es Rusia la que gana, debemos ayudar a Alemania y de ese modo dejar que se maten tanto como sea posible...".
Tampoco olvidemos que, después de la caída de Hitler, los mejores cuadros científicos nazis fueron acogidos por la CIA y demás servicios especiales del 'Imperio del bien', para acompañarlos en su lucha "contra el comunismo" y los movimientos de liberación nacional por todo el planeta. Cómo no recordar que la gran campaña anticomunista desatada por los medios de información occidentales en todo el mundo durante las décadas de la Guerra Fría, incluyendo los periodos del "deshielo", se realizaron con una activa asesoría de los excuadros de Goebbels, lo que, entre otras cosas, socavó sin duda a la URSS y al campo socialista.
En 2006, el Departamento de Justicia de EE.UU. emitió un informe de 600 páginas sobre cómo la Agencia Central de Inteligencia organizó una nueva vida en EE.UU. para los altos mandos de la SS, responsables de la ejecución de miles de personas. El documento, que se preparó durante seis años y después cuatro años se escondía, reveló algunos de los secretos más terribles de los servicios especiales estadounidenses.
Entre los protegidos y colaboradores de la CIA y el FBI se encontraban: el jefe de la Gestapo en Viena Franz Josef Huber, responsable de la deportación y muerte de cientos de miles de judíos; Aleksandras Lileikis, jefe de la Policía de Seguridad nazi de Lituania, responsable de la ejecución de 60.000 judíos; Otto von Bolschwing, uno de los jefes intelectuales de la SS, quien diseño planes para el exterminio de judíos junto con Adolf Eichmann; y cientos de otros. Obviamente, las listas completas de los empleados nazis "al servicio de la democracia" no se revelarán jamás.
Así que, exceptuando el breve periodo del final de la Segunda Guerra Mundial, más que enemigos del nazismo, en Occidente siempre fueron aliados.
Como lo suele hacer EE.UU., fiel a su pragmatismo, a varios de estos personajes los usaron cuando hizo falta y después, cuando ellos ya estaban viejos y no les servían más, dejaron que la justicia los "encontrara" y hasta se permitieron extraditarlos como gesto de su "participación en la lucha contra el nazismo" a aquellos países que los reclamaban por sus crímenes.
En la política internacional podemos ver qué pasó, por ejemplo, en Argentina y Chile con los ancianos dictadores que ya no les sirvieron más a Washington, así como le pasará pronto a su "aliado ucraniano" Vladímir Zelenski.
Hablando de la raíz del fraude, que con tanto entusiasmo difunden ahora los sepultureros de la memoria para seguirnos manipulando según sus planes, vale la pena recordar estas líneas del gran Eduardo Galeano, publicadas en 2008 en su libro 'Espejos: una historia casi universal':
"Los amigos de Adolf Hitler tienen mala memoria, pero la aventura nazi no hubiera sido posible sin la ayuda que de ellos recibió. Como sus colegas Mussolini y Franco, Hitler contó con el temprano beneplácito de la Iglesia Católica. Hugo Boss vistió a su ejército.
Bertelsmann publicó las obras que instruyeron a sus oficiales. Sus aviones volaban gracias al combustible de la Standard Oil (hoy Exxon y Chevron), sus soldados viajaban en camiones y 'jeeps' marca Ford. Henry Ford, autor de esos vehículos y del libro 'El judío internacional', fue su musa inspiradora. Hitler se lo agradeció condecorándolo. También condecoró al presidente de la IBM, la empresa que hizo posible la identificación de los judíos. La Rockefeller Foundation financió investigaciones raciales y racistas de la medicina nazi. Joe Kennedy, padre del presidente, era embajador de los Estados Unidos en Londres, pero más parecía embajador de Alemania. Y Prescott Bush, padre y abuelo de presidentes, fue colaborador de Fritz Thyssen, quien puso su fortuna al servicio de Hitler. El Deutsche Bank financió la construcción del campo de concentración de Auschwitz. El consorcio IG Farben, el gigante de la industria química alemana, que después pasó a llamarse Bayer, Basf y Hoechst, usaba como conejillos de Indias a los prisioneros de los campos, y además los usaba de mano de obra. Estos obreros esclavos producían de todo, incluyendo el gas que iba a matarlos. Los prisioneros trabajaban también para otras empresas, como Krupp, Thyssen, Siemens, Varta, Bosch, Daimler Benz, Volkswagen y BMW, que eran la base económica de los delirios nazis. Los bancos suizos ganaron dinerales comprando a Hitler el oro de sus víctimas: sus alhajas y sus dientes. El oro entraba en Suiza con asombrosa facilidad, mientras la frontera estaba cerrada a cal y canto para los fugitivos de carne y hueso. Coca-Cola inventó la Fanta para el mercado alemán en plena guerra. En ese período, también Unilever, Westinghouse y General Electric multiplicaron allí sus inversiones y sus ganancias. Cuando la guerra terminó, la empresa ITT recibió una millonaria indemnización porque los bombardeos aliados habían dañado sus fábricas en Alemania."
Solo podría agregar que las recientes declaraciones de Scholz son más que un insulto a los pueblos de la Unión Soviética, que hace 80 años salvaron el mundo, pues también son una profanación a la memoria de los soldados norteamericanos y de otros países aliados y también de miles de alemanes antifascistas que unieron su sangre a la de nuestro pueblo en la lucha más justa de la historia.
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