
La luz al final del túnel

El famoso poema del escritor soviético Nikolái Tíjonov, 'Balada sobre los clavos', escrito en 1919, refiere a la hazaña de unos marinos revolucionarios, y termina con estas palabras: "Si de estas personas se fabricaran clavos, en el mundo no habrían clavos más firmes".
En Rusia, la principal noticia de la semana ha sido la liberación de la ciudad de Sudzha, en la provincia de Kursk, y la histórica operación militar, denominada extraoficialmente 'Tubería' o 'Flujo'. No dudo que sobre esta historia se harán películas y se escribirán libros, y más de uno pensará que esto no pudo ser verdad, que debe ser algo exagerado.

Por ahora se conoce solo lo formal y básico. Se informa que alrededor de 800 soldados voluntarios rusos de diferentes unidades de combate, en las primeras fechas de marzo de 2025 entraron en secreto a una tubería de un gasoducto vacío, que tenía aproximadamente 1,4 metros de diámetro, y avanzaron dentro de ella unos 15 kilómetros para aparecer repentinamente en la retaguardia ucraniana.
Se sabe que el camino por el tubo duró entre 2 y 4 días, y que los combatientes tuvieron que estar dentro de la infraestructura unos días más, a la espera de la orden para atacar. Se cuenta que dentro del gasoducto todavía quedaba bastante metano, y por eso, a pesar de los equipos de protección de los combatientes, todos terminaron con algún grado de intoxicación. También se relata que pasaron varios días como una sola noche larga, caminaban en grupos de cinco más o menos, manteniendo una distancia de 10 metros. Cuando se detenían, se separaban unos de otros dos metros, distancia obligatoria para recuperar el aliento.
❗️ #Exclusiva 800 soldados rusos pasaron 4 días en una tubería de gas para realizar un ataque sorpresa a Ucrania.Recorrieron 15 km de un gasoducto que antes suministraba este recurso de Rusia a Europa. La maniobra permitió liberar localidades ocupadas https://t.co/Sks2KnoOJFpic.twitter.com/SLjamSw2o2
— RT en Español (@ActualidadRT) March 11, 2025
Su ataque fue el principio del fin de la ocupación ucraniana de la provincia rusa de Kursk. Cuentan que todos ellos sabían que salir con vida sería un verdadero milagro y que se unieron a esta misión no por mando militar pues solo se admitían voluntarios. Varios ingenieros expertos aseguraron antes que una misión de estas características sería técnica y físicamente imposible.
Una de las cosas más extrañas de la vida es darse cuenta de repente que uno vive entre personas iguales a las de las películas y libros de nuestra infancia, descubrir que los gigantes de espíritu y los héroes patriotas, que antes siempre fueron de bronce y de mármol, ahora todos son de carne y hueso, y muchos de ellos, mucho más jóvenes que nosotros. Incluso, que no son los casos aislados y excepcionales como suele suceder con los superhéroes de Hollywood, sino que existe un "heroísmo masivo", de todo un pueblo, tan real y tan cotidiano que traspasa todos los horizontes de nuestra vista sesgada con todo tipo de metáforas y romanticismos. ¿Cómo debería comportarse uno viviendo entre los héroes? Por lo menos, tratando de ser una mejor persona… ¿o no?
Hace poco, con la ayuda de la inteligencia artificial, se generaron imágenes de los monumentos a los soldados soviéticos, que se despiertan y se levantan de sus pedestales de piedra, para marcharse. Fueron creadas para graficar la destrucción masiva de estas esculturas sobre las tumbas de nuestros ancestros vencedores del fascismo por las autoridades neonazis de Europa Oriental. Se me ocurrió que tal vez los autores de estos videos se equivocaron en su interpretación. Nuestros muertos no pueden ser víctimas, su verdadero lugar es el de centinelas. Nuestros caídos revivieron para defender a sus nietos y bisnietos e hicieron su presencia física en los corazones de los combatientes, que uno tras otro se sumergieron en ese tubo de gasoducto como si fuera un túnel de tiempo, para resucitar al otro lado, a 16 kilómetros, para hacer cumplir las razones de su inmortalidad.
Los expertos militares contarán después, sobre varios meses de preparativos, de cómo llenaban de oxígeno el tubo, de cómo lo perforaron donde no se podía oxigenar, cómo mantuvieron por tanto tiempo el secreto colectivo y por qué justamente esta operación llegó a ser un paso definitivo para la liberación de los territorios ocupados de la provincia de Kursk. También nos acordaremos de un importante contexto en este asunto, casi olvidado por amigos y enemigos: los tubos usados por los soldados rusos son ramificaciones del gasoducto que durante varias décadas bombeaba el gas ruso a Ucrania y Europa, y que sólo el 1 de enero del 2025 fue cortado por el régimen de Zelenski, haciendo posible esta operación.
Dicen que las guerras de ahora son competencias de tecnologías. En un mundo vigilado por cientos de satélites espías, donde las bandadas de drones protagonizan las batallas de hoy, una vez más, superando todas las fantasías de la ciencia ficción de siglos pasados, ¿dónde está el hombre, el ser humano, la persona? Y, ¿qué es toda la tecnología del mundo sin él o sin ella. Si la guerra fuera principalmente de tecnologías, ¿tal vez podríamos evitar estas miles de muertes de nosotros, que seguimos siendo los mismos 'Homo sapiens' de hace decenas de miles de años, por nuestra misma naturaleza tan frágiles, tan desprotegidos contra el clima, las infecciones, los animales, los gases, las balas, las esquirlas… Y con nuestra divinidad altruista, colectivista y generosa, la que nos habita dentro y la que inútilmente tratan de explicar todas las religiones y ciencias del mundo, somos capaces de ser más fuertes y poderosos que cualquier fenómeno natural, a los que supuestamente deberíamos tener respeto y miedo.
Los hombres que entraron al tubo de gasoducto en la provincia de Kursk, resultaron ser un factor de guerra con mucho más peso que todas las correlaciones de fuerzas técnicas, manuales de combate o calendarios de batallas. Con sus vidas y muertes probaron la posibilidad definitiva de lo imposible.
Cuentan también que los soldados de los "países civilizados" nunca pelean como los combatientes "fanáticos religiosos", porque siempre "valoran la vida" y sus "comodidades". De modo indirecto, así también se referían a veces de los combatientes de la Segunda Guerra Mundial, que para nosotros se llama la Gran Guerra Patria. Los "civilizados" europeos del jardín de un tal Borrel de entonces, versus los "fanáticos comunistas" de la jungla de un tal "tirano Stalin", incluso seguramente peores que los "fanáticos religiosos" por ser "ateos". Desde la civilización de 'los jardines' del bienestar consumista y del sinsentido individualista occidental, que inevitablemente deriva en drogas, soledades y otras perversidades humanas, no hay cómo comprender el amor de nuestros 'mundos salvajes', que a pesar de todas las leyes físicas y biológicas se resisten a resignarse con el destino que nos impone el poder de las 'razas superiores'.
El amor hace a un soldado ruso (de cualquier credo, etnia, edad o tiempo) entrar a un tubo envenenado con gases, sin luz y tal vez sin salida, para defender lo que más le vale.
Hace tiempo conversamos con un combatiente de Donbass sobre Salvador Allende. Él me dijo que lo que más le impresionaba de Allende, en un libro soviético que leyó, fue la respuesta de él en una entrevista. Cuando a Salvador Allende le preguntaron: "¿Por qué idea usted podrá morir?", él respondió: "Vale la pena morir por todo aquello sin lo cual no vale la pena vivir". Creo que es también la explicación del porqué los muchachos rusos de diferentes credos y nacionalidades se metieron voluntariamente a un gasoducto abandonado en las primeras fechas de marzo de este año.
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